No hay experiencia comparable a la de ser madre o padre. Sin duda, porque en ella salimos infinitamente enriquecidos. Cada hijo nos trae el mismo mensaje: “A partir de ahora todo va a ser al revés: aprende el que enseña, recibe el que da, queda lleno el que se vacía”.
El poeta inglés George Herbert decía que “un padre vale por cien maestros”; nosotros pensamos que la frase también se puede aplicar a los hijos. Ellos son pequeños maestros que nos enseñan cosas grandes: optimismo, ilusión, imaginación, humor, alegría, confianza, serenidad… Si no fuera por ellos, probablemente no hubiéramos aprendido a mantenernos siempre jóvenes, a aceptar la frustración, a adaptarnos a lo imprevisible, a trabajar en equipo, a gestionar el tiempo, a reajustar las preferencias, a ser prescindibles…
Si educar consiste en sacar del otro su mejor yo, los hijos nos educan más que cien maestros. Gracias a ellos somos, o intentamos ser, mejores personas.
1. Optimismo.
2. Ilusión.
3. Mantenerse siempre joven.
4. Imaginación.
5. Aceptar la frustración.
6. Humor.
7. Dolor.
8. Alegría.
9. Confianza.
10. Adaptarse a lo imprevisible.
11. Serenidad.
12. Trabajo en equipo.
13. Ejercer la autoridad.
14. Pactar.
15. Valorar los pequeños detalles.
16. Perdonar.
17. Amar.
18. Constancia.
19. Gestionar el tiempo.
20. Empatía.
21. Amistad.
22. Reajuste de preferencias.
23. Curiosidad.
24. Rebeldía.
25. Ser prescindibles.
Editorial: Plataforma
ISBN: 9788415577119
Idioma: Español
Encuadernación: Rústica
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